Odio los finales. Sí, los odio.
Dígamos que no soy aficionada a dejar gente atrás, que no me gusta
despedirme, que aborrezco el hecho de que las cosas cambien. Vale, no
hay que anclarse en el presente, hay que avanzar, blah blah blah...
Es sólo que cuando te acostumbras a una rutina que al final del día
te gusta no sabes como continuar.
¿Ahora qué? Seguir adelante suena
como enterrar a alguien, cuando en realidad nadie ha muerto.
Dejar las decepciones y las sorpresas
atrás, despedirte de gente que a veces matarías, descubrir cosas
que no esperabas,... El final es el momento en el que la historia
cobra sentido, en el que caen las máscaras, en el que se desvelan
secretos.
Empezar una nueva etapa suena...mmm...
¿interesante? ¿intimidante? Y la preocupación se vuelve más
intensa cuándo ni siquiera sabes que vas a hacer con tu vida. Además
de tener un trillón de cosas rondándote por la cabeza se le suma la
incertidumbre del mañana. Odio los finales. Sí, los odio. No me
gustan los cambios, soy una pusilánime y no me quejo. Bueno, sí, me
quejo.
Soy una sentimentaloide sin remedio que
va a echar de menos a gente que espero que no gobierne nunca el país,
porque en ese caso emigro. Soy una cobarde que no sabe a que atenerse
en un futuro próximo. Soy de las que se estresa al percibir el
estrés de los demás. Me gustaría saber dónde voy a ir a parar
pero al mismo tiempo quiero ignorarlo.
Ni siquiera sé que hago escribiendo
cuando debería estar estudiando. Esta noche me estalla la cabeza. El
sábado el funeral, sonará Highway to Hell, jajajaja bueno ya.
"Ayer es sólo un recuerdo; mañana nunca es lo que se supone que es."
No hay comentarios:
Publicar un comentario